Musa, inspiración y muerte
- aidareyesalcalde
- 21 jun
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 28 jun

¡Ven aquí! me dijo
tenemos que regresar
e hizo una cruz en mi tumba.
Yo estaba exhausta,
me encontraba de rodillas...
-Estoy harto de tus excentricidades todo este tiempo,
te has hecho pasar por Cleopatra
y también por Eva ¡cómo te atreves!
Yo reía y él estaba furioso,
las únicas palabras que pronunciaba
eran Musa, muerte y viceversa.
De modo póstumo revelé ante sus ojos
que en mis tiempos libres dejaba
a la circunspecta de Eva
encerrada en mi catacumba
y le daba al encantador de Adán
una pecaminosa mordida,
bajaba por las escaleras del infierno
hasta que irrumpía "cuidado que traigo sangre fresca".
Gustosa vertía a mi antojo el sabor del deseo
y abría mis piernas
como las páginas de mis libros.
Mordía su escuálida boca con voracidad
dejando arder en llamas la totalidad de sus fatídicas obras.
Estaba exhausta de arrojar su alma al viento
comprendiendo que la muerte tiene mil caras
y que con todas había tenido amoríos.
Experimentaba la historia por mí misma
en distintas épocas y en siglos siniestros
entendiendo que todas las heroínas
y malvadas de las que se tenga conocimiento,
habían sido Yo...
Me esforzaba por estar despierta,
mis cuervos moribundos observaban horrorizados
al verme desvestir mis alas
sin antes vendarle los ojos al tal Adán.
Al llegar a la profundidad,
veían como le dibujaba alas en ambos extremos
a su tan arañada espalda y como,
con suavidad desmedida,
le arrancaba una costilla sólo por gusto.
¡Estoy en el paraíso!
a lo que yo respondía ¡exageras!
Mis mejillas tibias originaban otros infiernos conocidos
y juntos comíamos de la sabrosa manzana,
sentía como mis alas recreaban
las más plácidas obras de la literatura.
Texto completo en pdf - Poema, 530 versos
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