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Des ahogada

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Dios hizo el mar, el cielo y la tierra en una semana

y yo lo destruí en unas cuantas horas.

La poesía no es más que odas y olas que se rompen.

 

Yo Virginia, juro por mi vida que una parte de mi

era ese ángel que se corrompe,

juro que fue Dios quién me arrojó a esas olas,

que harto de mi inmoralidad y mi falta de humor,

puso piedras en mis bolsillos en vez de arrojarlas a mi cara.

Las olas que besaron mi cuerpo

le dieron ese adiós de Dios y Diosa en el silenciado mar.

 

Fue el faro el que guio a Orlando a mi funeral,

Miss Dalloway decidió que ella misma compraría las flores.


Aída Reyes-Alcalde

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