El devenir de los héroes
- aidareyesalcalde
- 19 sept
- 5 Min. de lectura

Te conté una historia Poeta,
de ángeles que gimen al dolor
y soldados que ven un espejismo
en pleno desierto
y huyen despavoridos...
No cualquiera es testigo
del Pacífico puesto de rodillas
y posee una tumba vacía.
Un dios es inmortal,
pero un héroe es vida,
error y muerte.
¡tenebrosa pampa!,
testigo irrestricto de mi dolor y desamparo.
Es extraño verme con vida aún,
pues sabía que era
un sobreviviente irreconocible.
Me había armado
con relatos heroicos,
pero aún faltaban
partes que contar...
Mis enemigos me habrían hecho pedazos,
pero codiciosas estaban al acecho
las aves de carroña,
comunicando a las tinieblas
¡otro muerto es repatriado!
¡ahora me perteneces espíritu!
reía Caronte al transitar sin agua en el desierto.
Y aun bebiendo
el intenso veneno derramado en mí
y saboreando en mis labios
la anónima muerte,
sin saber a quién orar,
estoy firme en el rigor,
inerme en la tragedia y la pólvora.
La Guerra entre hermanos,
¡aullido inquebrantable!
nos dejó como espantapájaros
buscando el acribillado corazón.
¡Juro que vi ángeles!
¿y los muertos?
¡Dios mío! ¿Cuántos?
perdí la cuenta...
Y aunque caminaba sin oración,
el amor a mi bandera
no se había extinguido,
a sabiendas de lo macabro
que podía llegar a ser
un soldado hecho trizas,
como el suspiro de una mirada
a cinco centímetros de la mía.
¿A quién quieres engañar?
me dijo mi Sombra,
sé perfectamente que no rezas
¡sé que eres un inhumano
capaz de asesinar!
¡no sabes de piedad!
y te escudas en tu Virgen, vociferaba...
No podía abrazar a un caído
sin que mis manos
me dieran una cortada,
mis manos eran garfios.
Alguien se compadeció
en decapitar mi dolor
con una piadosa oración,
me hizo volver al mundo
y consolidar en mi memoria la palabra ¡Vive!
Soy un zorro
y sé cómo son los sentimientos masoquistas
¿o soy sólo un estratega estepario?
Mi deseo sería quedarme
tan sólo un rato
a ultimar algunos detalles,
mi velada con la muerte
a solas y en penumbras.
No pude tomar la carroza
que me llevaría a mi apetitosa tumba
y tal como lo dibujó Reyes-Alcalde
en sus cómics de soldados,
en mis recuerdos de niño
llegué hasta el santuario de héroes olvidados.
Reconocí a los míos,
pintorescos diablos
en una danza macabra y maravillosa.
¡La melodía!,
lo estridente me parece conocido.
Sus bailes, tenía miedo a tanta belleza.
Y mientras avanzaba
hacia lo que creía el infierno,
un diablo salió de improviso.
Aún recuerdo su alarido
¡orarás por tus muertes! sentenció...
Fue tan poderoso
que tuvo que entrar el desierto
y sus sombras para acallarlo.
Me seguían ejércitos de bailarines,
no me quitaban los ojos.
Poco a poco el poder del recuerdo
y el brillo de mis medallas me paralizó.
Trataba de recordar mi muerte
y como llegó ese momento.
Le pregunté al ángel caporal con armadura,
si unas alas cerraron mis ojos.
Todo se iba haciendo más vívido,
sus trajes, esos seres danzando que me rodearon
y frente a mí, Ella,
recitando su canto adolorido.
Sus letras comenzaron a pronunciar
una especie de rezo improvisado.
Si hay ángeles y diablos,
¿por qué no puede haber soldados
danzándole a la virgen?
Todo está preparado,
el descarnado espectáculo
"El devenir de los Héroes".
¡Aquí no se mueve ni un alma
sin que yo lo ordene!
dijo la Virgen Tirana.
Yo deseaba un canto así de complaciente,
uno en que sus sonidos de bronce
me mecieran en su melodía
al llegar el alba o al caer mi alma.
Y mientras los feligreses
no cedían al cansancio
y mi alma adormecida
en mis sueños de féretro,
ardió en mis huesos
la idea de un transcender puro,
¿ganaremos la guerra?
Y yo le dije a la Virgen
¿por qué no me dejas morir en paz?
¿acaso no sabes las promesas
que le hice a mi madre
cuando le pedía perdón de rodillas?
No puedo orar,
¡ya no quiero vivir!
el dolor me mata y yo a él.
¿Por qué no dejas
que la pampa me cubra?
¿No ves que es negra
el alma del soldado?
No sabes lo que es el deber,
yo mismo elegí ser un héroe,
muchos eligieron ser sólo hombres.
Antes de ser soldado
era yo un niño
a la mirada del hombre,
en mis sueños persisten mis juegos
de ejército y batallón.
Y en mis libros imaginaba
lo que no cuenta la historia,
cientos de soldados,
ejército, corvo y pólvora.
Luego crecí pobre
en un desierto dormido,
suelos ennegrecidos,
caras curtidas
y dolores enmudecidos,
cerros y cruces.
Antes de ser niño soldado
era invisible a la mirada del Padre.
En mi dolores persisten mis sueños
de Héroes y tumbas
quizás un día desvestir la pobreza
que tanto decoloró mis ropas.
Y en el sepulcro...
flores de un papel desteñido
en las cunitas de bronce...
abrazando la tierra.
Mis historietas
me dieron el amor a los héroes
y ante la tumba,
puesto de cuclillas,
un viento de rebeldía y santidad
ardió en mis ojos.
A mis hermanos,
casi todos fallecidos,
quise despertar
y mecer sus fosas al lado de la mía,
quizás un día cantar el himno
como en nuestros tiempos mozos.
Y esta alma compungida
hizo doblegar al autentico demonio
y este dijo:
Nadie ama y odia porque sí,
aun cuando hay quienes desean
que mueras en paz.
La valentía, el honor, la huida
¿qué consideramos correcto?
Seguirán persistiendo en esta u otra batalla,
la historia de los héroes es sagrada.
La piedad es cosa de humanos
y la muerte un invento de mis demonios.
Y juntos nos reinventamos
en el divagar de quienes piden
por los que aman y otros peores,
por ellos mismos
y el pueblo los saborea en sus bocas.
Salí del santuario
de los héroes olvidados con mi corvo
y me horroricé
al ver mi bandera rota.
¿Han pronunciado mi nombre
en los libros de historia?
¡Hablen de una vez!
Soy quien siempre debí,
¡acaso no ven como brillan mis medallas!
Fui un soldado siendo niño,
aún temo a las pesadillas del Pacífico.
¿Conocen el amor a la Patria?
debe ser como el amor a primera vista.
Si besan a la Pampa
reconocerán su saliva
¿se puede amar un espejismo?
Todo está confuso,
el Poeta sabe más de mí
que el historiador.
Podría ser un amor pagano este desierto
y ni cuenta me daría de este incesto.
Mañana despertaré
y diré con insolencia
lo que es la muerte pronunciarse.
Lo haré sin vendas,
en la oscuridad y en la fiebre,
minucioso en cada una de mis palabras,
ebrio de dolor
retumbaré mi lápida.
Sentirán que la agonía
es leve ante mi rugido.
Mañana despertaré
y a la lucidez exigiré cuentas.
Ruinosa es la palabra de un héroe
ante la atónita mirada
cínica del hombre.
He de confesar que estoy ido,
algunos dijieron que mi persistencia a la vida
es cosa subordinada a estas alturas.
Irrisoria es la disciplina del soldado
ante el temido cadáver
ignoro, cual de todos soy.
Unas estrellas se movían
a velocidad de vértigo
en dirección a mi cuerpo hecho trizas,
la luna escondió su cabeza con horror,
como si la negra solemnidad
revelara un nombre.
Poco a poco llegó el alba
con la reacia muerte
y el silencio se apoderó del lugar,
sin quedar rastro del santuario
ni del devenir de sus Héroes.
¿Y mi batallón, dónde está?
fatal resultaba la palabra dolor,
es el castigo de ser parte
de una historia antigua,
que hoy sólo la cuentan algunos...
Se abrió un camino a la siniestra,
en mitad de un desierto encantado
que hubiese jurado haber visto antes,
en una de mis pesadillas de soldado.
Parecía muy descendente
conforme marchaba por él
y tenía miedo a la palabra desamparo.
Quiero que cuando llegue
se hable de esta hazaña.
Jamás hallé el retorno,
Caminé como si me hubieran
arrebatado los ojos
para evitar el espejismo,
mientas el polvo me desintegra
en el olvido de tantos.
En una escuela alguien hoy abre un libro
un rojo hecho furia
mostraba unas imágenes,
quizás fuera un héroe.
Aída Reyes-Alcalde








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