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El devenir de los héroes

ree

Te conté una historia Poeta,

de ángeles que gimen al dolor

y soldados que ven un espejismo

en pleno desierto

y huyen despavoridos...

 

No cualquiera es testigo

del Pacífico puesto de rodillas

y posee una tumba vacía.

Un dios es inmortal,

pero un héroe es vida,

error y muerte.

¡tenebrosa pampa!,

testigo irrestricto de mi dolor y desamparo.

 

Es extraño verme con vida aún,

pues sabía que era

un sobreviviente irreconocible.

Me había armado

con relatos heroicos,

pero aún faltaban

partes que contar...

Mis enemigos me habrían hecho pedazos,

pero codiciosas estaban al acecho

las aves de carroña,

comunicando a las tinieblas

¡otro muerto es repatriado!

¡ahora me perteneces espíritu!

reía Caronte al transitar sin agua en el desierto.

 

Y aun bebiendo

el intenso veneno derramado en mí

y saboreando en mis labios

la anónima muerte,

sin saber a quién orar,

estoy firme en el rigor,

inerme en la tragedia y la pólvora.

 

La Guerra entre hermanos,

¡aullido inquebrantable!

nos dejó como espantapájaros

buscando el acribillado corazón.

¡Juro que vi ángeles!

¿y los muertos?

¡Dios mío! ¿Cuántos?

perdí la cuenta...

Y aunque caminaba sin oración,

el amor a mi bandera

no se había extinguido,

a sabiendas de lo macabro

que podía llegar a ser

un soldado hecho trizas,

como el suspiro de una mirada

a cinco centímetros de la mía.

 

¿A quién quieres engañar?

me dijo mi Sombra,

sé perfectamente que no rezas

¡sé que eres un inhumano

capaz de asesinar!

¡no sabes de piedad!

y te escudas en tu Virgen, vociferaba...

 

No podía abrazar a un caído

sin que mis manos

me dieran una cortada,

mis manos eran garfios.

Alguien se compadeció

en decapitar mi dolor

con una piadosa oración,

me hizo volver al mundo

y consolidar en mi memoria la palabra ¡Vive!

 

Soy un zorro

y sé cómo son los sentimientos masoquistas

¿o soy sólo un estratega estepario?

Mi deseo sería quedarme

tan sólo un rato

a ultimar algunos detalles,

mi velada con la muerte

a solas y en penumbras.

 

No pude tomar la carroza

que me llevaría a mi apetitosa tumba

y tal como lo dibujó Reyes-Alcalde

en sus cómics de soldados,

en mis recuerdos de niño

llegué hasta el santuario de héroes olvidados.

Reconocí a los míos,

pintorescos diablos

en una danza macabra y maravillosa.

¡La melodía!,

lo estridente me parece conocido.

Sus bailes, tenía miedo a tanta belleza.

 

Y mientras avanzaba

hacia lo que creía el infierno,

un diablo salió de improviso.

Aún recuerdo su alarido

¡orarás por tus muertes! sentenció...

Fue tan poderoso

que tuvo que entrar el desierto

y sus sombras para acallarlo.

Me seguían ejércitos de bailarines,

no me quitaban los ojos.

 

Poco a poco el poder del recuerdo

y el brillo de mis medallas me paralizó.

Trataba de recordar mi muerte

y como llegó ese momento.

Le pregunté al ángel caporal con armadura,

si unas alas cerraron mis ojos.

Todo se iba haciendo más vívido,

sus trajes, esos seres danzando que me rodearon

y frente a mí, Ella,

recitando su canto adolorido.

Sus letras comenzaron a pronunciar

una especie de rezo improvisado.

Si hay ángeles y diablos,

¿por qué no puede haber soldados

danzándole a la virgen?

 

Todo está preparado,

el descarnado espectáculo

"El devenir de los Héroes".

¡Aquí no se mueve ni un alma

sin que yo lo ordene!

dijo la Virgen Tirana.

Yo deseaba un canto así de complaciente,

uno en que sus sonidos de bronce

me mecieran en su melodía

al llegar el alba o al caer mi alma.

Y mientras los feligreses

no cedían al cansancio

y mi alma adormecida

en mis sueños de féretro,

ardió en mis huesos

la idea de un transcender puro,

¿ganaremos la guerra?

 

Y yo le dije a la Virgen

¿por qué no me dejas morir en paz?

¿acaso no sabes las promesas

que le hice a mi madre

cuando le pedía perdón de rodillas?

No puedo orar,

¡ya no quiero vivir!

el dolor me mata y yo a él.

¿Por qué no dejas

que la pampa me cubra?

¿No ves que es negra

el alma del soldado?

No sabes lo que es el deber,

yo mismo elegí ser un héroe,

muchos eligieron ser sólo hombres.

 

Antes de ser soldado 

era yo un niño

a la mirada del hombre,

en mis sueños persisten mis juegos

de ejército y batallón.

Y en mis libros imaginaba

lo que no cuenta la historia, 

cientos de soldados, 

ejército, corvo y pólvora.

Luego crecí pobre

en un desierto dormido,

suelos ennegrecidos, 

caras curtidas 

y dolores enmudecidos, 

cerros y cruces.

 

Antes de ser niño soldado 

era invisible a la mirada del Padre.

En mi dolores persisten mis sueños 

de Héroes y tumbas

quizás un día desvestir la pobreza

que tanto decoloró mis ropas.

Y en el sepulcro...

flores de un papel desteñido

en las cunitas de bronce...

abrazando la tierra.

 

Mis historietas

me dieron el amor a los héroes

y ante la tumba,

puesto de cuclillas,

un viento de rebeldía y santidad

ardió en mis ojos.

A mis hermanos,

casi todos fallecidos,

quise despertar

y mecer sus fosas al lado de la mía,

quizás un día cantar el himno

como en nuestros tiempos mozos.

 

Y esta alma compungida

hizo doblegar al autentico demonio

y este dijo:

   Nadie ama y odia porque sí,

   aun cuando hay quienes desean

   que mueras en paz.

   La valentía, el honor, la huida

   ¿qué consideramos correcto?

   Seguirán persistiendo en esta u otra batalla,

   la historia de los héroes es sagrada.

 

La piedad es cosa de humanos

y la muerte un invento de mis demonios.

Y juntos nos reinventamos

en el divagar de quienes piden

por los que aman y otros peores,

por ellos mismos

y el pueblo los saborea en sus bocas.

 

Salí del santuario

de los héroes olvidados con mi corvo

y me horroricé

al ver mi bandera rota.

¿Han pronunciado mi nombre

en los libros de historia?

¡Hablen de una vez!

Soy quien siempre debí,

¡acaso no ven como brillan mis medallas!

Fui un soldado siendo niño,

aún temo a las pesadillas del Pacífico.

¿Conocen el amor a la Patria?

debe ser como el amor a primera vista.

Si besan a la Pampa

reconocerán su saliva

¿se puede amar un espejismo?

Todo está confuso,

el Poeta sabe más de mí

que el historiador.

Podría ser un amor pagano este desierto

y ni cuenta me daría de este incesto.

 

Mañana despertaré

y diré con insolencia

lo que es la muerte pronunciarse.

Lo haré sin vendas,

en la oscuridad y en la fiebre,

minucioso en cada una de mis palabras,

ebrio de dolor

retumbaré mi lápida.

Sentirán que la agonía

es leve ante mi rugido.

 

Mañana despertaré

y a la lucidez exigiré cuentas. 

Ruinosa es la palabra de un héroe

ante la atónita mirada

cínica del hombre.

He de confesar que estoy ido, 

algunos dijieron que mi persistencia a la vida

es cosa subordinada a estas alturas.

Irrisoria es la disciplina del soldado

ante el temido cadáver

ignoro, cual de todos soy.

 

Unas estrellas se movían

a velocidad de vértigo

en dirección a mi cuerpo hecho trizas,

la luna escondió su cabeza con horror,

como si la negra solemnidad

revelara un nombre.

Poco a poco llegó el alba

con la reacia muerte

y el silencio se apoderó del lugar,

sin quedar rastro del santuario

ni del devenir de sus Héroes.

¿Y mi batallón, dónde está?

fatal resultaba la palabra dolor,

es el castigo de ser parte

de una historia antigua, 

que hoy sólo la cuentan algunos...

 

Se abrió un camino a la siniestra,

en mitad de un desierto encantado

que hubiese jurado haber visto antes,

en una de mis pesadillas de soldado.

Parecía muy descendente

conforme marchaba por él

y tenía miedo a la palabra desamparo.

Quiero que cuando llegue

se hable de esta hazaña.

 

Jamás hallé el retorno,

Caminé como si me hubieran

arrebatado los ojos

para evitar el espejismo,

mientas el polvo me desintegra

en el olvido de tantos.

 

En una escuela alguien hoy abre un libro

un rojo hecho furia

mostraba unas imágenes, 

quizás fuera un héroe.


Aída Reyes-Alcalde

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