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El ladrar que quema

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De lejos un cementerio antiguo se fatiga bajo unos remolinos de tierra y el hambre tan perpetua como vieja pasa rodando. Como un espejismo se ve a un perro rezar, pareciera suplicar a los astros para que su vida no se vuelva carroñera, sentenciando morder a su amo si este se hace paje de la chupilca.

La jauría en su quejido da el recorrido a mi ‘perrética’ vida. Cuando ésta ve a su cuadrúpedo hermano bajo unas inesperadas ruedas, ciegas y funestas las almas atormentadas captan la señal del luto, ¡es la parca! En el pellejo llevo el disparatado dolor que me separa del distante humano.

Allá muy lejos, en lo alto del cerro, la manada se dispone a oler el dolor en carne viva, lección escriturada en sangre para los más cachorros. Las más longevas y las lloronas tendrán la misión sagrada de escarbar la tierra con sus propias pezuñas, engalanar al fina’o como cuando aún era una cría en el sueño más eterno, sobre el noctámbulo desierto para que lo despierte de sopetón un alarido. Sacras ruinas resguardando para sí su séptimo sello mordido y una cruz oxidada ¿acaso he de tomar venganza?, ¿cómo cuando el humano lo nubla el dolor y se vuelve animal?... No basta con ser perro, la fidelidad es algo que se gana.

De pronto se escucha a la noche dialogar con sus muertos. Un soldado viene con su pecho herido y al frío le tiemblan las canillas. Ahora veo claramente a los que no descansan ¿es cierto entonces que el dolor no sabe de raza?

A ‘tota’ el viento resopla por las calaminas en esta hambre conjunta ¡por las mandíbulas! la noche es pródiga, hermana de vástagos y de perra vida cuya canina túnica flota como el polvo en la levedad del átomo, cual trapo viejo que después de años se desintegra. ¡He visto arrodillarse a la parca! se dobla como una flor de papel desteñido. La abrupta partida me hace rumiar en la furia, lo que fuera un juguetito bajo un viejo bronce, le otorga a su cunita reverencial consuelo y aleja a los jotes.

Debajo de las piedras llenas de saliva vuelven las calaminas, mojan el desierto, los recuerdos se agolpan en los labios partidos de sus amos, el rostro hacia el operario y su vianda coronada de fondo con el delicioso ulpo, mientras sigo trémulo como guardián de sus huesos en este cementerio que se viene abajo. ¡Tú me miras amo y yo te veo!, en el olor de la tierra y en el ladrar de tu partida, si hasta tu ángel se descascaró con mi mordisco perpetuo y piñufla. Con tanto escarbar hasta las flores de papel se marchitan, son estas las columnas al aparecer hechas de abandono puro que no responden a mi propio alarido. Y como un nochero ad portas del inframundo, tú tendrás una cita con este vagabundo.

¿Me hablarás al principiar la tarde sobre cómo me encontraste esa vez en el teatro de María Elena? ¿eras un niño o ya eras un hombre? porque ya ganabas el pan que llevabas a tu boca. Entenderán los avispa’os de la pampa que pétreo es el valor que abrasa a la hermandad que quema, como antes de ser animita, juntaste las fichas para tu madre y la montonera de tus hermanos.

El himno de la muerte pareciera no tener sonido alguno ni bandas de bronces, sólo es tierra sobre la tierra, no hay árbol genealógico ni agua para sus raíces, solo hay cementerios, salitreras vacías y perros arrastrando su furia. ¿Y si ladro? hemos de ladrar a las almas con la rabia tan blanca como su espuma, donde la sombra no vea nuestra baba y la belleza sea nuestro hocico de pena dormida.

Querido amo, otra vez escarbé tu zapato viejo, otra vez oriné aquella rueda, lo poco que queda de una bicicleta que hoy es una reliquia como todo lo que nos circunda. Por tus enemigos vencidos en el trompo, por tus fechorías en las bolitas, por las tardes en que nos tendíamos en el barro de las cocinerías bajo el sol que nos insolaba, por el mocoso que me liberó de la sarna, ¡como duele en la llaga la sangre de mis garrapatas!

Que lejos se ven los astros y que silenciosas las cunitas de madera. Porque sólo la parca sabe lo que hacemos en la jauría para sobrevivir y no vernos tan solos en

este purgatorio que nos mantiene vivos.

Aída Reyes-Alcalde

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