Envalentonado
- aidareyesalcalde
- 15 ago
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Después de ser santiguado en uva,
hablar en público se me dio rápido.
Mi fomedad profusa fue aturdida en brebaje
y un tal Dionisio, de algún modo extraordinario,
me otorgó el don de la palabra
y una desproporcionada sonrisa.
Lo macabro, lo prodigioso,
la consternación a la letra descarnada,
era alimentada por este milagroso enjuague
e hizo que el circunspecto se dilatara
infundiendo el arrojo.
El espectáculo de la máscara de los Dioses
irrumpió insolente en mis sueños
impulsando la muerte y la tragedia,
resoplando a mi sombra estas maravillas...
Edipo, Antígonas...
Y en escena,
cuando un a falta de un actor no hubiese reemplazante,
Dionisio me guiñaba el ojo
y envuelto en el espíritu de la “aparentemente incurable tristeza”,
salía al público ganando ímpetu y el codiciado aplauso.
¡Aplausos! ¡aplausos!
Antes de ser Sófocles
era yo desnudo a la mirada del hombre,
la prosa y la imaginería convergieron en mi papiro desteñido,
el mito y la escoria desacreditaron el horror a sus Dioses
y al humanizarle en bebida bendita
devoré sus entrañas, todas saboreadas en boca,
creando personajes célebres
como quién engendra vida y después apetitoso, la arrebata.
Hasta que el insomnio acechó a mi descarnada sombra.
Y envalentonado...
¡No humanicemos al vino, él es el auténtico Dios!
En tiempos que la risa se va extinguiendo,
el sabio encolerizó a su Dios,
paganizando al portador de la máscara.
Si los muertos resucitaran ¡bebamos!
que mañana moriremos.
¡Y heme aquí!
santiguado en cepa, envalentonado y guapo.
En mis memorias referidas,
empiné la copa a mi trémula saliva.
En mis sagradas tertulias,
me inspiré en el valor líquido.
A cada Estoico seduje en el placer Dionisiaco
infundiendo la añorada fortaleza.
¡Soy Sófocles!
venciendo a Esquilo en las monumentales Dionisias
con ínfulas de arrojo y desparpajo
¡Soy trágico!
Edipo es sólo mi infortunio enceguecido...
"La Comedia es sólo la tragedia llevada en el tiempo"
¡Vengo de la locura!
envalentonando a la mente frente al hastío cuando se pronuncia...
Y ya menos sobrio, vencí en el panteón al que se hace el vivo.
Porque en mis ritos funerarios lo necesité
y en Guerra de Samos lo bebí merecidamente y a destajo.
¡Libérame, Dionisio de la letra escuálida!
¡líbrame del infortunio del temido sacrificio!
...Y ya por los páramos,
cuando el apetito de los Dioses me ofrenda a la parca,
que la penitencia del filósofo vividor sea profusa,
que las palabras "Vino y Obra" no me abandonen debajo de mi tumba.
¡He dicho!
Aída Reyes-Alcalde








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