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Rey Nicanor

Actualizado: 3 sept

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Pasé un siglo de mi eterna vida 

trastornada por un demonio de doble cara, 

de caer en bajezas de cualquier tipo 

a burlas sin cuento.

Todo lo veía a través de su ojo tuerto, 

yo pasaba las noches esclavizada 

afuera de mi mausoleo de turno.

Cada vez me convencía 

de lo espectacular 

que era ese misericordioso tacaño.

 

No tardé en cometer algunos ilícitos 

y me hice experta en el robo de historietas.

Solía presentarme en su laboratorio de lujo 

muy cerca del matadero, 

mis amigas, encantadoras damas,

no tardaron en dejarme por el suelo.

 

Profundamente halagada 

decidí seguir mis estudios en el manicomio, 

en búsqueda de evolucionadas teorías

de "enajenación espontánea".

Hamlet me provocaba 

seguir mis estudios al pie de la letra, 

no me permitía distracciones de ningún tipo, 

lejos de todo, 

empezó la dosis, 

¡el brebaje maravilloso!...

Por fin mostraría un lado bueno...

 

Nunca me han gustado santos, 

ni pacatos, ni circunspectos.

Escondí todas sus fórmulas del bien,

(por si acaso)

Dos lunas negras pasaron 

y mi séptimo cuervo 

ya no me causaba las náuseas correspondientes.

¿Qué hago para dar pie al ocio?

¡y ahí estaba! 

la esencia de la perversidad absoluta 

en una fórmula concentrada,

un frasco que decía:

¡bébeme!...

¡tráeme el brebaje cuervo de pacotilla! 

le di un sorbo, otro y otro 

y heme aquí en la actual vorágine...

 

Nota: 

No leí las contraindicaciones, 

nunca leo la letra chica, 

ahora blanco es mi cuervo.

 

¡Maldita mi suerte!

 

Toda causa tiene su efecto 

y este duraría un par de horas

(por lo menos).

 

Cruzaba el mar muerto 

en una embarcación llena de santos,

¿Sabías que mi obra es mejor que Hamlet? 

escuché al Quijote mientras decapitaba un demonio.

¡Esta es una pesadilla!, 

ahora resulta que soy Cordelia.

 

-¡Cordelia! 

soy tu Padre Nicanor

Ya estoy en campo santo

o más o menos.

¿Sabes que mi versión de Lear 

es mucho mejor?

En la cuneta se vende como pan caliente.

 

-!Nicanor!

yo soy tu víbora

¿es que no me reconoces?

 

-¡Hija Pródiga de Elqui! 

¡peregrina!

Vuelvo a tierra

con mi bitácora vacía, 

con tus porfías en lugar de mi cabeza, 

con tu desnudez en vez de lucidez, 

la víbora no parece la misma desde el destierro, 

sus piernas ya no lucen las mismas 

desde que dejaron de ser conquistadas.

 

Ella iba con otro,

yo iba de Nicanor...

 

(habla el Antipoeta)

Tenía su sonrisa dibujada en mi frente, 

no creía en Dios 

y era a la víbora 

a quién veneraba, 

pero estaba en nuestros designios...

Reconocí su rostro en medio de tanta gente... 

(algo nos asfixiaba)

la amé, la odié, la besé, nos besamos, 

me condenó en su delirio 

a llamarle ¡víbora!

No tardó en darme un arañazo.

sentía que mi cuello le pertenecía,

que en otra vida tal vez 

hubiese sido mi creación,

quizás en una época

su voz me era conocida, 

su mezquindad.

 

Mis ecuaciones estallaban al verle rondar cerca, 

yo tenía un compromiso ineludible 

con la muerte,

pero poco le importaba...

 

Comenzó la enajenación espontánea.

Veía como luchaba 

desesperadamente 

por mi estrofa perdida, 

continuamente por sus arrebatos 

y bajezas.

 

Y al estar dormida, ahí estaba, 

luciendo en su cuerpo toda mi poesía.

 

La víbora 

vino a mi encuentro impostergable, 

desplegaba en mí excesos e idolatría, 

me lamía la cara

sentía el ardor en sus mejillas, 

mis piernas se daban al compás

consumando la palabra “amor” 

por todos sus orificios... 

 

Y poco a poco empecé a renegar de mis prosas.

Dieron instrucciones 

de negar mi acceso al Castillo de Lear.

Según unas sirvientas puritanas, 

la habían visto besando al demonio...

!Cordelia! 

¡Cordelia!

 

Pobre loco, se creyó el Cristo del Elqui,

pero yo no soy ninguna Magdalena.


Parte del poema "Odisea Pretenciosa"

Aída Reyes-Alcalde

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