Una muerta salitrera
- aidareyesalcalde
- 31 ago
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Cuando la insolación reverbera
La tierra es implacable y bruta, tiene el desierto tatuado, ni el guano le abona ni el yodo le cura, el nitrato, más de lo mismo. Ni Caleta Coloso ni el Ancla en el alto del cerro, ni siquiera el fantasma de North pudo con tanta maravilla. Ni el ferrocarril, ni la Chimba, na’ de na’.
Cuando se es animita obrera, una se las da de espantador de jornada completa.
Los hombres al salitre y las mujeres a la vianda, la herencia de la diosa Pampa tan sórdida como la Griega o Romana. Y a salitre abierto, ¿cómo alimentar tantas bocas si las piedras evocan esas almas en vilo?
Endurecido latón de mi casita improvisá’, patea terquedad salitrera. Aburrida, aburrida ¡que vengan más almas y muestren como tanto sol nos dañó la sesera!
Esta muerta reverbera en las noches mustias y en las alegres, danza como alma pilucha. Fiebre de cruz oxidada, latón callado persignándose entre las negrísimas manos de los operarios, que es pura tierra, tierra bendita, suelos erizados que nos dejan los pelos de punta. Cuando la muerte se precipita, los cobardes huyen y su sombra nos distorsiona.
Siento que algo en este lugar finge lo que no es, despoblado y bajo tierra tiene cuerpos hacinándose. ¿Oirán las voces estos gritos? ¿o sólo son rezos entremezclándose? Algunos dicen que nos zurcen los párpados, otros, que nadie tiene ojos para que el recién llegado no vea esta aterradora verdad.
La muerte, siempre tan zorra, toma un segundo para acallarnos y en cambio la vergüenza y el dolor perduran. ¿Y quienes habitan este lugar sombrío? cuando se muere la carne, no se detiene la fiebre ni la peste.
Un hombre añora a su esposa y de su boca sale un trueno, desde lo alto al subterráneo un demonio finge estar dormido, en el poder de lo irreal se recrea una vida, cuando la fosa se abre se pierde el sentido y la aflicción se hace presente.
¡Maldigo a la muerte! no es piadosa, toma su guadaña en forma de picota. Ella y yo apostamos una vida, una insignificante, la mía.
Hija de ladrón
Aflojé mi carga, mas no el peso de mi conciencia. Nunca me volví una fiera. ¿Alguien puede entender a una NN? La mente puede ser un páramo o una apretujada pieza. En mi mente se disputan batallas, pero también hay cruces que me hacen retroceder... ¡Tú no eres vulnerable! te sabes desenvolver en el barro, me digo para envalentonarme. A veces me incentivo. ¡No seas cobarde, esto es sólo un rasguño! palabras que se dicen bajo fosa ¿Seré merecedora de ser tan viva estando muerta? sin crudeza, no hay auténtico desastre ni infierno que lo ampare, que siga el Diablo chamuscándose y como bíblica maldición en infortunio célibe. Esto es sólo la tierra estéril desgarrándose.
Por motivos de mi sensible muerte, busco por los páramos trozos de calaminas, uno que otro vestigio calato. Con tal de llegar a mi asesino, moveré cerros y piedras. El arrepentimiento no especifica el pecado tácito: ¡No matarás!
Difusa doctrina que, siendo pecado, no necesita escarnio público, seamos cautelosos. Si se hace demasiado noticioso, amedrentará al presunto homicida. Por otra parte, no sobreestimes al enemigo, siempre está al acecho y he aquí “El Enquiridión para los avispados”.
Se dice que el Fantasma de North viene a rondarme, a lo que respondo: que fascinantes son los hijos de nadie, no tiene nada de obsceno ser ilegítimo y, por otra parte, no acepto que ningún rico miserable estropee mi orfandad memorable, ni menos un aparecido.
Diatriba de Momia
En los páramos, alejados de la sinagoga, desconocida es la belleza de los ritos funerarios. Un padre ateo y compungido, en busca de consuelo imploró a un dios y puso oro al pie de la fosa para el posible milagro.
El desierto enmudecido guarda cierta verdad momificada y cada testigo es silenciado en oro. Desde los Conquistadores se dice que hay ciertas voces, alaridos que son preferibles amordazar. Según el historiador no hay acto más verídico, abrir la avaricia es la voz y el silencioso caos. De momia a fosa, de padre a dios, no hay mejor herencia que el relicario. Curiosamente la necesidad tiene algo de hereje, que aun sordos cuidan la voz y bajo confesión el desesperado, con cierta maravilla, toma la joya como destino para no terminar menesteroso. El alma tiene su valor, la sortija del rey y al que la desgracia sobrevive su peso en oro.
Después del éxodo no viene el paraíso y a solas el peregrino entiende que el prendario es el auténtico milagro, cuando la oración no es suficiente.
Hoy las momias no son ceremoniosas, tendidas bajo el sol, ya no profesan sus ritos, ya no maldicen al pecador, ni conducen al peregrino a su fosa, descaradas tienen amoríos con sus fantasmas que luego devoran. Me recuerdan a Ícaro, ruina de pájaro, queriendo derrocar al sol con plumas de piel roja de baile religioso.
Estoy convencida que las cosas de la tierra poco importan, excepto la fe. El desierto es insolente, sólo la muerte germina la muerte y somos sus hijos deformes.
Diógenes el asceta, se revolcaría en su tumba con tanto acumulador al que le asignan su nombre. Hoy al que infunde el miedo por medio del tiro, se le rinden honores y al que habla tan mal como escribe, si tiene centavos, se le exculpa.
Soy una colega de momia, de esas de cuerpos erosionados y pobreza pampina, en la república de libros sin lectores, ese era mi silencioso laberinto, mi enseñanza de su parte fue tanto impecable como precaria. Hija del verdadero padre Diógenes.
Ángeles y soldados bajo tumba
Hace tiempo que no visito las Salitreras, aunque bajo tumba se oyen los rezos de los ángeles y los soldados y de muchos que no recuerdan sus nombres, pero yo recuerdo sus diálogos:
Es negra la noche en el desierto, tan negra como su huésped. Me pregunto qué hago en medio de tanta muerte... Créanme, ¡no sé cómo me llamo! Veo epitafios y no sé cuál es el mío. Inhóspito es el purgatorio y terrible mi memoria, ¡horror por donde se le mire! El viento lo envuelve todo, sus cerros, las tumbas, ¿y mis manos?, sólo huesos en la tierra sin pulgares.
¿Amé? ¿fui amado? y mi alma ¿dónde está? ¿Por qué sé de batallas? ¿Por qué huelo a pólvora? ¿Les doy miedo? ¡es mejor temerme! si hasta enmudezco cuando me miro. ¿Me suicidé o fui abatido? La Salitrera tiene la muerte subrayada.
Dicen que los ángeles son perfectos, pero sólo veo deformidad. ¿Acaso es Dios jugando al paraíso macabro? Somos a perpetuidad y me tiembla el cráneo. ¡Miren esta belleza! son cunas ¿y sus madres dónde están? Lo mío es fosa común, el pellejo es pétreo cuando se ve la coraza a tajo abierto. Alguien susurra que estamos sepultados con nuestra bandera, nuestro himno lo silba un ángel, yo no reconozco de qué lado estoy, me tiemblan los huesos.
Me duele no saber si fui soldado, ¿Acaso soy ese desconocido? creo que fueron muchos abatidos en el desierto. ¿Esto es un corvo? La Pampa lo sabe todo, de Pueblo a Ejército, el desierto pone oído. Soy un NN atrapado en una fosa y las flores de bronce son a perpetuidad.
–Y tú ángel, ¿qué haces aquí?
–Soy de mármol, ni para arte doy... El viento me desplomó, el tiempo, el dolor también hizo lo suyo... Hay almas aturdidas que se asoman, dialogar es sabroso ¿recuerdas tu muerte?
–No...
–¡Yo sí! Fueron cientos arrojados como tú en las fosas, de vez en cuando salen en busca de... En la noche gimen y gritan tan fuerte, que el eco despierta a los niños en sus cunitas de bronce y sus llantos desgarran el alma de sus ángeles, llaman a sus padres y unidos en el tormento, son un alarido al unísono.
Nosotros los de cal tratamos de dar consuelo, pero créeme, somos deformes. El abandono, el polvo, nos ha hecho perder nuestras partes (un ala o dos). Muchos no tenemos cabeza, igual que tus huesos perdidos, todos hermanos en el alma penitente...
Discurso a la frustración domesticada
Siempre las mujeres de la Pampa éramos esas abnegadas, viandas preparadas, puras de espíritu y falta de sesera, no me podía hacer una idea de hasta qué punto éramos esas santas y luego las casquivanas.
Un día, mientras pasaba el trapo en el inmaculado piso de madera, la biblioteca de Diógenes relució... Unos pensamientos de cizaña me empezaron a picotear, como estar en paz con el Diablo y la Parca. Si llego a perder los estribos y empiezo a leer esos libros, podría domesticar el habla. Llegar a un número considerable de libros consumados en amor enfermizo, una especie de amor apetitoso con sabor a memoria pateó a mi ignorante, confeccionando a escondidas esas alas de Ícaro.
Ser hija de un don nadie fue un milagroso regalo, era muy dada a pagar los favores con enamoramiento. Sin darme cuenta, en la alcoba se cuentan tantos secretos, tantos que fui una gran coleccionista y eso fue mi perdición.
Al hombre que no se ama se le usa mientras tanto, obedece sus órdenes, repátrialo en la cama, doblégalo a imagen y semejanza, el lujurioso trance los tiene ido de mente.
¿Qué cara tiene tu enemigo? podría sorprendernos que tanto nos parecemos, ojos grandes y profundos atravesando la espina dorsal, misma cama, misma coartada, misma fosa.
El Enquiridión
De libertos a liberto, hermafrodita y cojo, así era Epicteto el griego y Diógenes el deforme. Cuando lo conocí ya era viejo y tenía de pasatiempo el dolor y los libros.
Muchas viejas vivían de la extorsión y cobraban por secretos, secretos que ellas mismas iniciaban.
Yo era una jovencita entre tantas otras, no tenía religión conocida ni mucho menos moralidad. Cuando estaba contrariada, turbada o triste, que mejor pasatiempo que derrocar a la injuria con simplona intelectualidad y como Cayo Mecenas a Virgilio, era Diógenes quien apostaba en mí sus centavos, ¡algún día dejarás este Asterión!, él reía y me obsequió el Arte de Amar de Ovidio para recompensarme en el sabroso silencio.
Él era como mi Padre, mirada de pájaro, viejo y deforme, una aberración. Siempre aferrado a sus demonios. Memorias exactas, ásperas y rígidas ejerciendo autoridad a raja tabla. No concebía la vida sin una torre de libros, a estas alturas parece vida de Chango. Hoy el rigor es bruto, dicen "los rebeldes". El respeto se va esfumando, tiene ojo ciego, pata coja y un traje bien colocado talla ignorante.
Rebelión bastarda
Es esencial mantener ignorante a la propia existencia. Si eres Diabla o Bastarda o estás en guerra, camuflarnos es un arte. Los humanos no creen en la existencia del maligno y perdemos por incrédulos por eso es imperativo rebelarnos. Por otra parte, tengo grandes expectativas que, con el tiempo, la ciencia aplique hasta tal punto de que volar no sea más que un artilugio.
Cuando buscaba en el diccionario del diablo a mi presunto progenitor, conocido en la jerga popular como el "cola de flecha", era yo una malvada imberbe, ¿qué puede haber más macabro? Me dijeron que mi padre era un escritor irrelevante, un tal Bierce, lo que me conmovió ciertamente, pues en mis tiempos de niña embustera, creía honrosamente que era ese al que llaman Baudelaire. Imagino que mi predecesor me confiaría que sólo fui la hija de la gran madre. Mi abuelo, magnífico y gran misógino, cuando le preguntó a su hija, la pagana, quien era mi Padre, una verdad retumbó:
–¿Es que aún no lo sabes? es Virginia Woolf siendo Orlando.
Allá donde la ciencia no toca el imaginario, lo hace el libro, prodigiosa es la trampa donde reposa la verdad terrible.
Palabras a la hija
Hoy es un ánima, ayer era una jovencita de armas tomar, corriente y prodigiosa que, a mis espaldas, devoró todos mis libros. Me la ofrecieron en matrimonio, como quien paga una pequeña deuda y se deshace de un gran estorbo, pero a mí más me parecía la diosa Atenea, consciente de que nació adulta, lanza en mano, dando a su creador grandes dolores de cabeza hasta partirle el cráneo, una verdadera Diosa de la Guerra para enfrentar tales horrores.
Había muchos huachos en las Salitreras, muchos machos, muchas prostitutas, servilismo, traiciones y uno que otro gil de Pampa.
¿Y que es ser una mujer de la calle?... esposa ocasional, mismas mañas, mismos mimos, cejas y párpados, sólo que más insolente, cómplice de hombres deformes o fornidos, que no ampara al mediocre pegador, ni a esa cobardía de macho a medias, que no es gentil ni da propinas, ellas saben que sólo los decentes no rehúyen de sus verdades, imponiendo sus miserias de frente.
Ella nació de pie, sabía que este Diógenes, liberto y cojo no tenía sexualidad, pero lo nuestro era un amor a prueba de cuchillazos. Me vislumbró esa desértica belleza y al cumplir los 15 años nos casamos porque nos necesitábamos mutuamente, yo para callar rumores y ella por supervivencia. Nunca hubo un roce indiscreto, ni un abrazo insolado, lo nuestro era un pacto consensuado, sin ánimos de sacarnos ventajas.
Una historia, dos versiones
En cada fragmento de la Pampa, desde religioso a profano, siempre hay un mentiroso, aunque también hay quienes se mienten así mismos. Un obrero estricto y deforme, viudo de una mujer comelibros sin educación conocida y cuyas exequias están aún frescas, no se resigna y en el duelo abre su boca:
–Aquí hay algo que no me calza.
Todos nos hemos mentido, según el archivo de la memoria falsa, somos individuos de absoluta convicción a nuestra falsedad, sean mundanos e incrédulos, descerebrados y consumados, todos profesamos mentiras espectaculares. Avanzamos cómodamente o silentes desde la mentira madre, desde donde esta se origina y planifica. El ser humano se jacta de cuantas mentiras colectivas o esteparias tiene su prontuario, confía en que mentir se justifica.
Cristo dijo:
–No matarás –y más abajo del decálogo –No mentirás, pero la traición según San Judas subyace de otra muy conveniente.
El diablo no descansa y nos tienta con poco, eso decía mi fina’ita (descansa en paz). En eso estaba pensando cuando de repente apareció el cura Hipólito, frunciendo el ceño y en su boca un extenuado sermón. Es domingo y en la plaza se agolpa media salitrera.
Me resigno a toda esta gente que se hace llamar "buen samaritano", gente agolpada para ver al curita en el odeón de la plaza, mientras el ataúd de esa alma noble y penitente, de impostura un tanto chiflada, se ve forzada a penarles de noche porque una lluvia de escupitajos fue arrojada a su cunita (yo con unos palos truchos le confeccioné la cruz) cuando le daba el adiós perpetuo.
A ningún santo le pediría milagros, excepto a mi muertita. Las almas puras (y no tanto) deambulan, nunca en público, su forma es abstracta y pululan en escenarios asombrosos, ya sea para consolar al desgarrado o emparejar al tullido. Estoy convencido que hay miles de historias, unas más verosímiles que otras y yo, como buen ateo, tengo mi propia versión del Iscariote llamada “La otra traición”, la escribí la otra noche mientras recordaba a mi muertita.
La otra traición
Hastiado de tanta injuria, reunió a cuanto parroquiano pudo y les preguntó ¿conocen la travesía del discípulo? mitad humana, mitad calumnia, pasajes color tinieblas y otros tan blancos como la sotana. La cara humana, siempre tan intrincada, posee facetas, a veces piadosa, otras inmisericorde, demoledoras atrocidades que luego justifica.
Soy un Predicador inusual por excelencia, no puedo controlar el habla ni el prontuario que rebosa a esa inquebrantable verdad. Haré una traición a la manera Iscariote, anunciaré por redes posibles iniciativas, implantaré la duda y el cómo clavarnos en la cruz, desafiaré la fe malsana, profanadores y pecadores en la inmensidad de la noche se darán de latigazos.
Haré que los que lancen la primera piedra apunten al verdadero pecador, dirán que el más fiel de los Judas, harto de las blasfemias, quiso reivindicar esas treinta monedas que ni siquiera gastó. Uno a uno diremos nuestras verdades, el que roba a manos llenas no tendrá que expropiar para sí el paraíso y paradójicamente el emperador que se hace pasar por Dios, pondrá el otro lado de la mejilla para darle de bofetadas.
Alguien entrega cierta información a un compungido, de inmediato, la gran "oda de insultos" no se hace esperar. Apuntaron que nadie es tan despreciable como el traidor, que no es fiel ni a los suyos. Yo digo que esto es una infamia, la justicia no se jacta en el método, prefiere saciarse en el resultado con perspicaz sabiduría, al asedio enarbola cierta paridad, al daño igual pagarás o mejor.
Las otras traiciones poco a poco irán ganando espacio. La familia que da vida sin que el donante fuera partidario, los hijos delatarán a sus maltratadores padres y padres menospreciados apuntarán a sus hijos traicionando ese pacto de silencio y esa madre que aborta por un bien mayor, dígase no deseado o por el simple hecho de ahorrarle padecimiento.
Mesías, la humildad de tus actos fue lo que te llevó a la cruz, ¿qué tanto te costaba hacer un nuevo milagro? ¿por qué traicionarme a mí? ¿acaso tú no conocías mi vilipendiado final? después de todo lo mío estaba escriturado desde antes de nacer, ¿cuánto en mí fue traición?, pensó Judas poniéndose la soga al cuello.
Información inútil para el amante
Pero entre nos, no insultes al amante, no irá al infierno, el verdadero paraíso no existe, sólo es la vida en la tierra contada por otro, eso sí, por amantes que uno mismo elige. Diversión total y caos, perversidad de muy poca utilidad, todo para distraer a la escoria y he aquí la razón de los amantes que los humanos tanto teorizan.
Los amantes son enigmáticos y librepensadores, no dan punto exacto ni lugar de referencia, es difícil dar con su coartada y siempre están al límite. No sé cómo lo hacen para vivir tan ligeros, siempre libres de sus ropas y aunque dicen hablar a "calzón quitado" son unos grandes pilluelos.
Se autoengañan con impresionantes promesas que a veces son un chiste de Tony pero, poco importa cuando la pasión sube a la cabeza, es otro método de pensamiento y los intelectuales piensan mucho. No es libertinaje solo librepensadores.
Creen que nadie sabe, mientras todos lo saben o piensan que todo lo sabemos cuándo en realidad no sepamos ni’una. Pero que lindo es rasgar vestiduras, por eso la llaman Pampa desnuda porque se ve mejor estando pilucha.
Los hombres librepensadores, dijo el más cristiano de los amantes, deambulan como el más apetitoso de su especie. Su corazón se le ve tan hinchado como la entrepierna de un imberbe espiando en el prostíbulo. El que esté libre de pecado que lance la primera piedra.
En un lugar de la Pampa
No sólo de pan vive el hombre, sino de cuanto placer le venga en gana. Juzgar la moralidad del otro, no sólo es inmoral, es una pésima broma, los cuerpos son libres de sus orgasmos y presos de sus escudriñadas fantasías.
En un lugar de la Pampa, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía don Alonso, hijo de un antiguo proxeneta, mas esto no le impidió cabalgar su caballo y leer apasionadamente al Señor de la triste figura. Cuando cayó en desgracia por dárselas de revolucionario, le cargaron a su prontuario mi muerte presunta.
Un juez declaró:
–Tu falta amerita quedar tras las rejas –y dejando al rape su alargada barba, sintió que las mufas de toda la Pampa lo dejaban desnudo.
Su escudo y espada fueron a dar al vertedero y sin mujer que lo visitara en los barrotes, ad portas del infierno, le visitó esta Dulcinea.
En el penitenciario, hizo de su caída una leyenda e inspiró a los otros a inventar historias. Famosos fueron el Fino Wilde, el Care' Borges y el Sancho Sánchez, todos escritores originales de una vida esquiva que dio la Salitrera.
Secreto de familia
Apetecidos son los cuerpos, ya sea del aguerrido minero o del que da consuelo y entre broma y broma, lo macabro asoma.
Cierto rumor de ocio se echó a correr entre los más vetustos. Una de las parteras recordaba que hace años hubo un descarnado alumbramiento. Una criatura de doble genital consternó a todos. El cura, testigo presencial en el parto, dijo que toda criatura era hijo del Santísimo y en un cerrar de párpados le cortó los genitales al engendro ante los ojos atónitos de las comadronas y bautizó al niño con su propia sangre, salpicando a todos por igual.
Con el tiempo la madre se inmoló afuera de la pulpería como acto de protesta y, sin nada que echarle a la vianda y peor aún, sin fichas, el niño se enlistó en la guerra para volver como membrillo colegial, con uniforme impoluto y zapatitos lustrados, pero de por vida disparejo. Le dieron una andrajosa pensión de miseria que causaba risa.
Fue este Diógenes uno de los grandes héroes del Pacífico que, sin tener testículos, fue un verdadero hombre. No se necesita el aparato para hacer sentir alagada a una fémina, sólo se necesita una mente despierta. Alas de Ícaro hechas por sus propias manos, hizo para mí con plumas de jote. Nos hicimos inseparables en este sol que quema, nos unía el dolor y la orfandad, y si tuviera que implorar inocencia, sería por este soldado.
El Cura Hipólito
Alias el Sotana, mismísimo Satanás, viejo trucho y gran referente, se decía domador de demonios, pero era sólo montador de fierecillas.
El Sotana me escribió una nota póstuma en nombre de la parroquia, en el texto citaba muchos de los pasajes de la biblia, sin embargo, sus palabras fueron lapidarias e incomodaron a mi alma arrastrada al ataúd. Sus críticas iban desde la mala madera, vida licenciosa a diminuta cruz.
Concurridas son las trayectorias en tren desde las Salitreras al panteón de las almas. De las ánimas se oyen elogios y horrores semejantes como “menos culpable pero no inocente”.
¡Qué tipo de rito funerario más deprimente! qué se puede esperar del Cura de la congregación de las hermanas casquivanas, hacedoras de auténticos milagros con ancianos feligreses a punto de estirar la pata.
Sospechas
Ovidio es condenado al exilio y Sócrates a suicidarse, Odiseo tarda 20 años y yo me he empecinado a encontrar un asesino, me hubiera gustado empuñar un lápiz y no ser derrotada por ínfulas disparatadas.
Aprendí a leer muy rápido en el transcurso de mi inmoral adolescencia en medio de los bostezos de los desertores de la tiza. Sin los versos de Dante no hubiera sabido que tan parecido es el desierto al infierno prometido.
El asunto es que estoy en fosa y no distingo causas en mi deceso. Por diversión, perversión o simple ligereza, juego a saber cuál fue mi asesino. Una vida se ve interrumpida, pero nace la sospecha ¡alabada fechoría! eso de averiguar quién es mi verdugo me mantiene fascinada, escudriñemos:
A.- Don Alonso, alias El Quijote: en los inexpugnables muros de su celda le vieron, tras la revuelta cundió el pánico, según la plebe "los amos eran británicos" y por aquel entonces, ni con sangre cesaron los alborotos. Fue el mismo Quijote quien, para salvar su pellejo, sembró la semilla de la infamia, dijo que yo había dado santo y seña de donde se encontraba además de ser la hija huacha de uno los señores.
B.- Diógenes el esposo, alias Epicteto: estamos inmersos en cuchicheos crepusculares en la faz de la tierra, entonando su himno de estribillo a coro “el conventilleo”. A mi esposo, pese a mis empeños, le he visto poniendo oído a ciertas murmuraciones y los celos ya lo tienen del chape.
C.- El cura Hipólito, alias El Sotana: como Caín mató a Abel y Rómulo a Remo, repaso los rostros de todos aquellos que por su avaricia han eliminado a un otro como el Sotana al antiguo curita, secreto que me puede llevar junto a Plutón o ante Jahvé.
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